Mi árbol, mi árbol viejo...

Era ya tarde cuando los rayos del sol despuntaban aun, eran los últimos retazos luz en aquél día caluroso.
Frente a mi casa crecía un árbol donde de niña solía mecerme en sus ramas, un árbol vetusto y nudoso, instaurado junto al muro de piedras tras la verja del jardín principal.
Desde el ventanal de mi mirada podía contemplar, como unos niños en su algarabía y risas se encaramaban al viejo árbol.
Hacían toda clase de piruetas y se aferraban a el una y mil veces, a sus ramas un tanto abatidas por el calor del verano...
Esas ramas huesudas, caducas y llenas de heridas de algún leñador que intento talarlo en su día, mas volvió a renacer con mas fuerza la que el tenia, la que los cantos de los pajaros, el balbuceo de los niños y el silencio le traían en sueños al viejo árbol...
Mas el viejo árbol era feliz al ver balancearse en sus ramas a  aquellos  chiquillos, aunque sus ramas decadentes y mortecinas por el paso del tiempo aun podían sostener sus manitas, el árbol, mi árbol viejo era feliz por ser útil, por solo sentir...
Podían sostener las manillas de aquellos chiquillos que en su corazoncillo, su tronco hacían palpitar...
Aquel árbol el mas viejo del lugar, bañaba sus lágrimas de alegría entre risas y bellas melodías,
las de aquellas vocecitas que se encaramaban a sus ramas, un tanto temblorosas por su avanzada edad...
Yo desde mi ventana veía anidar en sus ramas  a los pajaros y renacer de sus entrañas el amor en el guardado, salido de su tronco destrozado por él tiempo y los años...
La niebla se disipaba tras el velo de luz polvorienta en el cual anidaban los sueños, dando paso a la silueta del árbol mas viejo del jardín...
El árbol mas bello en todo su esplendor, en el cual mecía mis sueños de niña,
como aquellos niños que se columpiaban en sus ramas...
Me deslizaba en su tronco deslizándome en un halo de luz de un blanco muselina donde guarecerme en la paz que el me mostraba.
Yo contemplaba en silencio mi árbol, mi árbol viejo...
Le veía feliz tras la verja del jardín...
Como si de un encantamiento fuera mi árbol se llenaba de hadas, campanillas y destellos de fantasía los cuales le acompañaban en las noches le arropaban con la dama de la noche que le mecía en lindas nanas y poesias...
Tras el muro de piedra el encantamiento sucedía, cual aquella melodía de magia a mi árbol viejo acompañaba, le cubría un manto silencioso  de felicidad   plena...
Mas solo quería extender mi mano y tras aquellos cristales viselados tocar a mi viejo árbol...
Ser niña de nuevo, surcar fantasías y en mi árbol volver a mecer ,mis sueños cual antaño.
Mas en aquella habitación permanecia dormida a mi corazón.
Veía alejarse mis sueños que como aquellos niños guardaba muy adentro...
Cuanto te echo de menos mi viejo árbol, mi árbol viejo...María

Este escrito es el primero que le escribi a prudencito al comienzo de mi nueva vida en Ciudad real...